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Divorciarse saludable es posible y, además, es necesario para la salud emocional de toda la familia, también de nuestros hijos. 

Entre las claves, subrayamos hablar claramente a los hijos de la nueva situación, afrontarla desde la calma  y la esperanza, recordando para qué nos divorciamos, y no como un fracaso, rumiando el porqué nos divorciamos, y aceptar, escuchar y acompañar las emociones y opiniones de nuestros hijos, que pueden ser muy distintas de las nuestras. El divorcio puede ser toda una lección de vida,  porque “es importante enseñarles que no te debes quedar donde no quieres estar”. 

¿Cómo suelen vivir un divorcio los hijos?

Los niños viven el divorcio a través de los ojos de sus padres, su nivel de ansiedad y preocupación es directamente proporcional a la de sus progenitores.

Si los padres afrontan la nueva circunstancia desde la calma, la comprensión, y teniendo presente las oportunidades del comienzo de una nueva etapa, ellos lo afrontarán de igual manera.

Siempre va ha haber un componente de miedo ante la nueva situación: cualquier situación de cambio comporta un estrés para las personas, tengamos la edad que tengamos. Supone un cambio de su entorno y sus rutinas al que ha de adaptarse y eso conlleva una serie de emociones,  que hay que saber detectar y acompañar para que sean gestionadas adecuadamente y supongan un aprendizaje.